Guayaquil días 2, y 3
Guayaquil día 2.-
Mis ojos están tan rojos cuando me miro en el espejo por la mañana, que me sorprendo. Parezco literalmente Drácula. Se me había olvidado lo duro que son estos viajes transoceánicos. ¿Será porque ayer cambiaron la almohada? Ciertamente lo del olor no era broma.
Tras las reuniones matutinas de rigor, el distribuidor me invita a mí y a unos clientes a comer… ¡¡comida española!! en La Tasca de Carlos, que aunque ciertamente cocinan auténtica comida española, y estaba todo muy bueno… no era precisamente lo que esperaba poder probar en Guayaquil.
De regreso a las oficinas, me fijo en los “coches católicos”: la mayoría de vehículos llevan varios adhesivos y decoraciones con motivos católicos, frases del estilo “Jesús te ama” o símbolos como el pez o un rosario al rededor de una imagen de la Virgen. Acá el tema religioso sigue siendo muy común, muy habitual, en el fondo no mucho más que una costumbre que no por necia e incuestionada deja de ser omnipresente; tanto es así que el ejecutivo que conduce el coche donde voy, se santigua tres veces antes de arrancar (y viendo el tráfico, casi prefiero que lo haga 😉 ).
Tras la batería de reuniones de la tarde, ceno con el distribuidor de Perú en el restaurante japonés Kioto Sushi Bar. Mediocre, y de nuevo, no ecuatoriano. ¿Tan mala es la comida aquí para que nadie me lleve a un restaurante local?
Guayaquil día 3.-
Por fin, tras las reuniones de la mañana, consigo probar por primera vez la comida ecuatoriana, justo al lado del hotel, en Mami-T. Como moritos con maduro, queso y huevo. Un plato grande y pesado, pero bastante bueno. Conmigo comen el distribuidor de Perú y unos potenciales distribuidores de Ecuador muy curiosos: una familia indígena (y me refiero a que están todos metidos en la empresa: padres, hermanos, hijos, primos…) todos ingenieros, muy simpáticos.
Más reuniones, más presentaciones, y para cenar los amigos de IBM se les ocurre llevarme a… ¡un sports bar en un centro comercial! Entiendo que es su forma de mostrarme amistad y un trato personal, “de amigo”, porque ese es el tipo de sitio al que ellos, extremadamente “yankificados”, van en su tiempo libre. Pero también demuestra un profundo desconocimiento de la persona que tienen delante. Por ello, y pese al insoportable ruído proveniente de las docenas de televisores y altavoces que retransmiten el partido de fútbol, me dedico toda la cena a hablarles de justicia social, anarquía, hackers, metafísica… A parte de pasármelo bien, me permite ver que uno de ellos se siente incómodo cuando lo sacan de su rutina y temas habituales, otro es un curioso nato, y el tercero escucha y escucha hasta que por fin se atreve a hablar y mostrar cierta sintonía de ideas. Ha sido divertido. Y aunque los modismos y expresiones típicas ecuatorianas no son tan difíciles de entender como las mexicanas, ha habido veces que no entendía bien lo que querían decir…
Me aseguran que mañana sólo habrá que ver una serie de temas rápidos, y tendré tiempo para descansar. Pero yo no quiero descansar, quiero regresar.