Ayer fuimos a ver un par de exposiciones en Somerset House, en Londres.

La primera exposición que vimos fue “TINTIN: Obra maestra de Hergé”. Básico pero obviamente atractiva, estaba demasiado llena para poder disfrutarse.

La segunda fue “Big Bang Data”.

Aunque, sin duda interesante, especialmente para alguien que trabaja en, enseña y le encanta la tecnología y el big data como yo, para mí el aspecto más interesante de esta exposición es que todo el mundo que estaba allí ya había experimentado el tema. Aún más, todos somos parte de él. Generamos “grandes datos”, los procesamos, nos beneficiamos de ellos, y se abusa de nosotros a través de ellos. Además, la mayoría de las obras expuestas ya habían aparecido en los medios de comunicación de masas. Tales como el anticuado, pero no obstante impactante Debtris.

Así que, ¿cuál es el papel de una colección de obras tan bien curada y expuesta en el mundo actual?

Las exposiciones de arte pueden tener muchas funciones y servir muchos propósitos. No voy a hablar de ello aquí ahora, porque ya hay un sinnúmero de libros y debates que giran alrededor de un tema tan complejo. Pero es obvio que a medida que las comunicaciones digitales rompen la barrera de lo físico, cualquier reunión objetual de contenidos no físicos puede considerarse irrelevante.

Románticos, demagogos, luditas, e incluso algunos antropólogo persistentemente exigen un retorno a lo material en la era de lo digital. Sin embargo, como organismo en evolución, ¿no deberíamos abrazar lo digital en formato digital? ¿No debemos adaptar nuestras expectativas experienciales a las posibilidades que el contenido digital permite? Yo apoyo totalmente el punto de vista sobre este asunto de Bret Victor.

Algo en lo que pensar mientras espero #Utopia2016: celebrando el 500 aniversario del inspirador texto de Tomás Moro. Un año de artistas, diseñadores, provocadores y pensadores experimentando con formas en las que podríamos vivir, hacer, trabajar y jugar.