Hace unos días di un paseo por Wimbledon Commons con mi hijo, ya que mi esposa estaba de viaje.

Era un día típico de Londres: 3 temporadas en un solo día. Cuando decidimos dejar el apartamento estaba soleado y hacía calor. Cuando llegamos al bosque, estaba sombrío y frío. Y para cuando volvimos a casa, ya era de noche y hacía muy frío. Todo el calvario tardó sólo una hora, pero pareció mucho mucho más.

A diferencia de nuestra habitual (aunque mucho menos frecuente de lo que me gustaría) rutina, en vez de caminar a través del bosque, accedimos por la entrada principal, y fuimos directamente al pequeño lago donde cisnes, gansos y patos se alegraron mucho de vernos (y a nuestra bolsa de avena). Supongo que cuando hace frío mucha menos gente viene a alimentarlos.

Nos encanta hablar con ellos, y admirar su belleza. No sólo los increíbles patos mandarines, sino todos ellos. Tratamos de distribuir la avena lo mejor posible para que los ‘matones‘ no se salgan con la suya mediante su comportamiento agresivo. Y siempre hay algo más que nos gusta, ya sea un perro chapuceando en el agua, una flor en un lugar inesperado, o probar una nueva “aplicación para reconocer plantas”.

Esta vez mi hijo estaba fascinado con las capas de hielo formando todo el lago. Así que se acercó al borde, con un palo, de pie sobre un pequeño trozo de madera, para probar lo grueso que era. Luego empezó a recogerlos y a jugar con ellos: usarlos como accesorios de foto contra una corteza de árbol, apilarlos y romperlos en mi cabeza como si fuera una película de acción y yo acabara de pasar por una ventana de cabeza (lo que me trajo recuerdos de la infancia, que de repente no eran tan malos porque estaba con mi hijo).

A lo largo de su actividad de “pesca con hielo”, permanecí firmemente en tierra, sosteniendo su chaqueta asegurándome de que no perdiera su equilibrio y cayese.

En un momento pareció perder el interés, y hacía mucho frío, así que le pedí que parase, y empecé a alejarme. Unos cuantos pasos más tarde oí un fuerte chapoteo. Antes de que pudiera procesar el sonido, ya estaba al borde del lago, listo para quitarme los zapatos y la chaqueta y saltar al hielo para rescatarlo.

Afortunadamente no se hundió y lo vi parado en el agua. El fondo del lago es bastante irregular, y fue capaz de quedarse de pie sobre una plataforma, y ​​de ahí saltar de nuevo a la orilla.

Él estaba sonriendo, supongo que una reacción nerviosa a un evento inesperado extremo. O tal vez porque un perro, al verlo hundirse, decidió unirse a él y ¡saltó también (aunque no para rescatarlo, ya que saltó en una zona de agua sin congelar, persiguiendo patos)!

Yo no estaba enfadado o asustado, sino que reaccioné como siempre hago en esas circunstancias, como me enseñó mi madre: como una máquina. Evalué la situación y procedí con eficiencia ejecutiva para minimizar el daño. Primero le pregunté si tenía algo roto, si algo le dolía. Luego revisé sus prendas: todo mojado, excepto su chaqueta impermeable, que por suerte y por el ángulo de la caída se había quedado seca. Así que lo primero que hicimos fue escurrir todo el agua de los calcetines y pantalones (incluso pensé en darle mi ropa, pero su ropa no me cabía, y su chaqueta estaba muy caliente y seca).

Luego calculé rápidamente cuánto tardaríamos en llegar a casa, y si esa era la mejor opción (ya que las temperaturas eran inferiores a cero), o si era mejor dirigirse en otra dirección (buscar la casa o comercio más cercano, llamar a un taxi, etc). Decidimos ir a casa rápido, pero no corriendo, para evitar resbalar y caer, o agotarnos y tener que parar para recuperar el aliento.

Pero, lo gracioso es que toda esa reacción de cabeza fría no puede evitar la confusión que causa el shock, y comenzamos a regresar por el camino equivocado. Por suerte él se dio cuenta muy pronto y corregimos el rumbo.

Una vez que llegamos a casa, fue directamente a darse una larga ducha caliente. Cuando salió, me aseguré de que no hubiera tejidos de color púrpura, especialmente labios, dedos … estaba bien y como más tarde descubrimos, ¡incluso su teléfono, que estaba dentro del bolsillo de la chaqueta, sobrevivió a las aguas heladas!

Lecciones aprendidas:

  • La vida pasa
  • Ahora conoce mejor los peligros de estar de pie en un pequeño trozo de madera al borde de un lago congelado, lo que debería hacer que evalúe mejor los riesgos generales, pero esperemos que no al punto de la aversión total al riesgo
  • Incluso si quieres estar allí todo el tiempo para protegerlos en todo momento, a veces no estarás allí. Y algún día no estarás en absoluto
  • En una emergencia, mantén la calma … pero ten en cuenta que es más probable que cometa errores estúpidos
  • Recuerda siempre que la frustración y la ira provienen del miedo. En vez de eso, céntrate en el amor
  • Todo lo que termina bien, está bien (dice un refrán inglés). Ahora tiene una anécdota más para contarle a sus amigos. La vida deja cicatrices y marcas, evítalas, pero llévalas con orgullo, hijo