Siempre he dicho que las drogas “duras” y otros mecanismos para alcanzar estados alterados de la mente, a parte de ser dañinas, contribuir a un comercio que sólo beneficia a unos pocos delincuentes, y crear dependencia, son absolutamente innecesarias.

Si sabemos escuchar a nuestro cuerpo, encontraremos multitud de ocasiones para “disfrutar” de dichos estados. Desde momentos de tensión, miedo, estrés, enfermedad… a momentos de placer, felicidad, relax. Simplemente hemos de ser capaces de abstraernos y entender (y disfrutar) lo que está pasando.

En estos momentos tengo fiebre alta e hipersensibilidad dérmica. Cierto que no es el mejor de los estados para trabajar, producir, o incluso postear. ¿O sí?

La “creatividad” es importante, pero también está mitificada como “genialidad creadora de la nada”. La espontaneidad creadora es casi inexistente. Más bien existen métodos de trabajo que generan resultados. O la evolución de obras anteriores (obras derivadas, influencias, o como las quieran llamar). Pero sí hay otra forma: a través de los estados alterados de la mente.

Hay quien creé que no podemos imaginar lo que no conocemos. Que se lo digan a Borges. Pero creo que el error es la sistematización de se pretende hacer cuando abordamos la cuestión a través de la epistemología. Aun cuando esta sea atípica y flexible como la de Deleuze.

Hay todo un mundo en nuestras neuronas (de hecho en sus conexiones). Estamos “pre-programados” para obtener una gran eficacia Y eficiencia. La naturaleza cree que el recurso cerebral cerebral es escaso. Pero eso ya no es así. ¿Cómo alcanzamos nuevas áreas de nuestro cerebro? ¿Cómo incorporamos nuevos conceptos y nuevas ideas? Nuevos de verdad.

Una de las formas más rápidas y fáciles (excepto para el que lo sufre) es a través de estados alterados de la mente (sean patológicos como Van Gogh, sean inducidos a través de sustancias como Poe, sea a través de la meditación y la filosofía como la Beat Generation). O sea que toda la espiral autodestructiva en la que se suele convertir la mayoría de esas experiencias (o por lo menos dolorosas) lo ideal es canalizarla hacia la creación.

Aunque lo mejor es hacerlo en un borrador y luego revisarlo cuando el estado alterado ha remitido (o que otro lo revise) y no blogear en directo 😉

Pero arrepentirse es absurdo. Hay que hacer o no hacer. Hay que aprender de los errores. Pero no arrepentirse.