Si el mundo acaba hoy, te regalo mi banda sonora de despedida.
Si no lo hace, mañana será la banda sonora de una cascada, mi regalo de nuevo comienzo.
En cualquier caso, la primera composición que comparto con el mundo ("Waterfall in the winter" “Cascada en invierno”). Surge de mi corazón abierto (a veces hay que romper un corazón para que se abra). Disfruta. Paz. Amor. Felicidad.
El rojo tiñe cielo y mar, como lo llaman ellos, mientras el sol se pone sobre el Río de la Plata.
La rambla se llena de montevideanos con sus mates. Sonríen ajenos, o pese, al drama de la vida.
Ese rojo intenso irrumpe, invade, tiñe y cubre cual telón. Lo he de compartir contigo.
Es efímero, y sé que pasará, pero ahora parece que nada pueda escapar a su derrame, que arrastra mi atención, mi sensibilidad, mi dolor, mi vida.
Sorprendido soy testigo del alzamiento de los árboles
desde su base
que no estaba enraizada.
Las hojas se van,
se agrupan,
se organizan,
y mutando forma,
se dirigen al cielo,
para caer en picado.
Un dragón rojo,
un barco vikingo,
directos hacia mí.
Lo supero con el recuerdo de sujetar tu mano,
parpadeando.
¿Pero hasta dónde me podría llevar incluso un recuerdo inextinguible?
Sujetaré de nuevo tu mano, o se me llevarán las hojas.
El jueves fui a 319 Scholes para asistir a la inauguración de “Collect the WWWorld: The Artist as Archivist in the Internet Age”.
Más allá de la anecdótica multitud de post/pre hispters, la exposición en sí misma es una triste celebración de ruido. Lo que, en sí mismo, es un punto de partida tan válido, o no válido, como cualquier otro en el inacabable debate sobre el arte (y más si nos referimos a contemporáneo, electrónico, net, etc).
Otoño.
Mi piel cae y la tuya no está ahí.
Me dirijo al lienzo, pero no es color con lo que quiero manchar tu blancura.
Me giro hacia la pantalla blanca, pero no es luz lo que busco.
Me enfrento a la página en blanco, pero las palabras no me ofrecen consuelo.
Entonces mi piel cae en el marfil del piano.
Los dedos bajan resbalando por cada tecla.
Caricias que no se quedará el aire.
El jueves me invitaron al pase y debate “Graffiti – PostGraffiti” en el New Museum de Nueva York.
Estaban los de siempre. Los participantes en el debate (Pattie Astor, Fab Five Freddy, Lady Pink, y Lee Quinones), muchas viajes glorias y un par de chavales aspirantes a bomber que seguro llenaron de tags los muros esa noche.
Lo que comenzó como una celebración, recuerdo, y comunión, a medida que avanzaba la liturgia se convertía en una dolorosa reivindicación e incluso un ataque purista.